domingo, 16 de mayo de 2010

Garzón

Al final de esta semana me sorprendió una noticia que de alguna manera se esperaba: el Tribunal Supremo de España determinó suspender en sus funciones a Baltasar Garzón, juez de la Audiencia Nacional, una figura muy conocida en todo el mundo.

La razón fue haberse declarado capaz de juzgar crímenes de la dictadura franquista sin poder hacerlo. La querella la presentó la organización ultraderechista (cínicamente llamada, agregaría yo) Manos Limpias, que se congratuló por el fallo tras varios intentos de querer detener a este magistrado.

En este caso, como en muchos otros, discurre el debate entre lo legal y la justicia, que no siempre van de la mano, aunque se supone que es el ideal. Y como en otros tantos, con un personaje controversial, para algunos uno de los mayores paladines internacionales de la justicia, para otros un charlatán que sólo quiere figurar.

Todo parece indicar que Garzón se extralimitó en sus funciones. Pero desde mi humilde perspectiva también así se podría haber considerado respecto de la detención del ex dictador chileno Augusto Pinochet y otros casos que ha atraído justificando la violación de derechos humanos. El problema es que en esta ocasión el problema es en casa. Y fuera de que uno no es profeta en su tierra, toca heridas todavía sensibles, que a más de 30 años todavía parecen no cicatrizar bien.

Las leyes de amnistía españolas, que fueron la defensa de los ex franquistas contra sus fechorías y delitos, surgieron para poder paso a una transición democrática y evitar una 'cacería de brujas' que desembocara en una revancha fuera de control. Pero ya establecido un régimen estable y avazando en la construcción de instituciones imparciales, es necesario seguir haciendo justicia, que no queden impunes los crímenes del pasado.

De ese tema en cada país que ha sufrido de dictaduras y represión se escriben libros y libros, artículos, ensayos y conferencias. Lo considero importante como catarsis, de documentación y reflexión. Sin embargo, a la gente termina por hartarle por ser más de lo mismo.

Si Garzón cometió errores, la legalidad que de la que él mismo es representante se encargará de juzgarlo y en su caso condenarlo o absolverlo. Pero de cualquier manera, los fantasmas del pasado, que uno quisiera que estuvieran ya desterrados, han reaparecido y todavía asustan con su vigencia. Y desafortunadamente para la causa de la justicia restitutiva universal, éstos han ganado una batalla importante, preocupantemente de la mano de la ley.

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