He llegado a fastidiarme de la celebración del Día del Amor y la Amistad. Este año viví una combinación extraña de hastío y nostalgia, lo segundo probablemente por la distancia de mis amigos entrañables.
Como muchas fechas, esta en particular es aprovechada por la mercadotecnia y la publicidad para vender, aunque afortunadamente no veo tanta televisión como para quedar inundado de anuncios.
Había sido de la idea de aprovechar este tipo de ocasiones para manifestar los buenos deseos y expresar palabras de afecto a las personas que uno aprecia. Pero realmente me cuestiono si es necesario hacerlo, aunque parece que si uno quiere contra la corriente, es tachado de amargado o poco sensible.
Pocas celebraciones las veo tan huecas como ésta. No dudo de la buena labor que supuestamente realizó Valentín para convertirse en 'santo', pero me pregunto si esta festividad podrá redimirse al encontrar su verdadero sentido.
Claro, algunos me podrán decir que depende de la intención y motivos personales, que cada quien le dé. Por otro lado, está el caso de quienes afirman ya no celebrarlo desde hace años. Confieso que como quiera felicité a varios amigos y cuates, aprovechando para saludarlos si los veía conectados a Internet o al escribir un mensaje.
Además, este sábado había quedado de ir a una reunión de becarios como yo para no dejar pasar la fecha, un pretexto muy bueno sobre todo para convivir más. Llegué tarde y ya no pude saber dónde se reunirían. Pero, en vez de desilusionarme, mejor me vine a casa para reponerme del cansancio por falta de sueño de los últimos días.
sábado, 14 de febrero de 2009
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