lunes, 19 de septiembre de 2011

Una década de Jireh

Hoy se cumplen 10 años del primer culto de Jireh, la iglesia que así vio formalmente la luz como un proyecto de renovación espiritual y congregacional.

Acababan de pasar los ataques terroristas que derribaron las Torres Gemelas en Nueva York e hicieron destrozos en el Pentágono en Washington aquel 11 de septiembre cuando el planeta entero quedó sorprendido y en Monterrey pudimos observarlo prácticamente en directo gracias a la suspensión de clases y actividades por las lluvias de esa mañana. Nos preguntábamos qué estaba pasando con el mundo y hacia dónde depararía eso. Sólo alcanzamos a entender que una nueva era en la historia de la humanidad iniciaba.

16 de septiembre, sólo cinco días después de esos sucesos, cuatro después de una reunión de oración en casa del hermano Héctor García y su esposa (Q.E.P.D.), siete de la despedida de Peniel, la iglesia donde coincidimos quienes decidimos emprender un proyecto nuevo de comunidad de fe, y fecha en que en México se celebra la independencia nacional, teníamos ese primer culto formal de lo que meses después llegaría a llamarse Jireh-Dios proveerá.

Aquellos primeros cultos fueron de duelo, sin predicación, sólo oración, lecturas bíblicas y cantos. Poco a poco se fue definiendo el grupo que decidió arriesgarse a construir desde cero cuando por mayoría pudo haber reclamado lo que le correspondía en la congregación de la que provenían, pero que decidió no hacerlo desde el inicio porque nuestra característica distintiva sería la paz.

Kadosh fue la iglesia que nos acogió formalmente como misión, que en la práctica nos permitió ser reconocidos oficialmente como grupo bautista vinculado a las convenciones Regional Santiago Hickey y Nacional y que nos facilitaran los domingos en la tarde su templo. Esta función fue luego asumida casi cinco años más tarde por Sinaí, que organizó el nombramiento oficial como iglesia.

En ese periodo, principalmente el primer año, fue de reuniones cada mes en la Quinta García Cover, en el municipio de Santiago, donde trabajábamos la definición del proyecto encabezado por quien fue la inspiración principal del mismo, el pastor Joel Sierra. De esas sesiones surgieron nuestro Pacto congregacional, nuestra Misión, Visión y Declaración de Principios, renovando antiguas tradiciones características de la fe cristiano-bautista que han quedado casi en desuso y prácticamente en el olvido por las nuevas generaciones.

Jireh ha sido desde su inicio una iglesia bautista original en el sentido más amplio del término, tanto en su interés por retomar lo que históricamente ha diferenciado a los bautistas de otras iglesias hermanas, como en su forma de proceder. La Escuela Dominical pasó a ser la Comunidad de Aprendizaje; las Sesiones de Negocios se llaman Juntas de Familia; las Escuelas Bíblicas de Vacaciones ahora son Campos de Verano; una nueva organización con un Consejo de Obreros como liderazgo que respaldara la labor pastoral; en cada Cena del Señor declaramos el Credo de los Apóstoles; los niños tienen su propio sermón; entonamos cantos con amplio contenido de conciencia social, algunos especialmente traducidos por nuestro pastor, amante de la música y difusor de la misma. Sí, algunas de estas últimas cosas las habíamos conocido, pero en nuestra comunidad ya no enfrentarían resistencia y se volvería parte de nuestra esencia.

Nuestro domicilio predominante ha sido el actual, propiedad de la Fundación para el Desarrollo Familiar, con cuyos integrantes nos hemos vinculado ampliamente, pero nos acordamos de aquellos salones del hotel Holiday Inn Exprés de Garza Sada, a los cuales regresamos para nuestra organización formal como iglesia, de las instalaciones de Kadosh y de las casas que nos acogieron.

Muchas han sido las personas que, aun sin pertenecer a Jireh, han creído en esta comunidad y ejemplifican claramente su definición de provisión de Dios: desde la vecina de la familia pastoral que donó un órgano de viento heredado de su familia hasta la abuela de uno de los entonces miembros que donó el dinero necesario para que su nieto diseñara un púlpito original, que forma una unidad con la mesa donde se sirve la Cena del Señor. Ese ha sido un aspecto de su institucionalización, de la formación de sus propios recursos, como las sillas, que permiten una unidad basada en la individualidad, el aire acondicionado, tan necesario en nuestra ciudad de altas temperaturas en verano, el equipo de sonido, recientemente adquirido, y el sueño
de comprar un terreno para construir una nueva casa de oración, palabra que preferimos en lugar de templo.

En Jireh han cabido bautistas, tradicionales y revolucionarios, de otras iglesias hermanas, entre ellas la del Pacto, e incluso quienes se siguen considerando católicos y los que nunca se han identificado como integrantes de alguna fe en particular. Han pasado por ella muchas familias y personas, algunas de las cuales continúan allí, otras han dejado la congregación, la ciudad o incluso el país, y otras muchas han llegado y contribuido a conformar una iglesia en constante renovación, sobre todo desde hace un año cuando con dolor y resignación despidió a su pastor fundador y su familia, que se fueron a Nicaragua en pos de un llamamiento.

Ha pasado ya una década, muchas anécdotas y eventos faltarán de contarse, pero seguimos buscando los rostros de Dios confiando en su provisión.