domingo, 22 de noviembre de 2009

Asturias

Oviedo.- Aprovechando que un buen amigo mexicano de la juventud está viviendo en esta ciudad, aproveché para venirme un fin de semana largo gracias a una buena oferta en los boletos de tren.

Me decían que la capital asturiana y la región en general eran muy bonita, y no se equivocaban. Cuando te dicen eso es un poco preocupante, puesto que puedes crearte grandes espectativas, que difícilmente corresponderán con la realidad o que provocarían un choque. Lo que hago es simplemente tratar de no pensar en eso para sorprenderme positiva o negativamente.

En este caso el resultado fue lo primero: tanto por su naturaleza como por su arquitectura, Asturias es precioso. El paisaje, una zona de más lluvias y montes boscosos, es realmente bello. Y sus edificios, con sus típicos balcones o solares, merecen ser admirados.

Eso sí, aunque arquitectónicamente hay estilos, como el gótico o el barroco, que están presentes también en otras partes del país, el paisaje urbanístico es muy diferente al de otras regiones españolas. Tiendo a hacer comparaciones, por lo que me recordó un poco al estilo de las ciudades germanas que conozco, Viena y Friburgo, por el cuidado y pintura exterior de varias de sus casas.

El estilo más particular es el prerrománico, cuyas construcciones están catalogadas como Patrimonio de la Humanidad y están repartidas en varios puntos de la ciudad (una de ellas, una iglesia en las afueras, que es la única que no conocí). Está una fuente, por la que todavía corre agua, desconozco si artificial o naturalmente, que es el único vestigio civil de ese periodo medieval, una capilla dentro de la catedral oviedense, tres iglesias y un palacio-basílica (Santa María del Naranco).

Eso no desmerece para nada los demás monumentos ya sobre todo del siglo XVI en delante, como la propia catedral, iniciada como románica y que terminó gótica, sobre todo por su torre que abiertamente tiene ese estilo.

Otra característica peculiar de Oviedo son sus estatuas por toda la parte céntrica de la ciudad. Hay Boteros, habrá una réplica de un Tamayo (prometido por la UNAM, que recibió recientemente el Premio Príncipe de Asturias) y representantes de diversos oficios, como lecheros, viajeros o pescadores.

La queja que haría es la prohibición de tomar fotografías en los principales templos (se entiende en los prerrománicos para no dañar lo poco que queda de los frescos, pero en otros se me hace injustificado), entre ellos la catedral, y que los principales recintos de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias (el teatro Campoamor y el hotel de la Reconquista) no admitan visitas turísticas en sus interiores.

A media hora en tren o autobús, es decir, realmente muy cerca, se encuentra el puerto de Gijón (Xixón en asturiano), la otra ciudad importante de Asturias junto con Oviedo y que de hecho mantiene una férrea rivalidad con la capital regional.

Esta ciudad que tiene el encanto de estar frente al mar Cantábrico, también es bonita por sus edificios antiguos, como el Palacio de Revillagigedo, o sus construcciones señoriales de finales del siglo XIX e inicios del XX, entre los que están muchos de los típicos balcones asturianos.

La comida asturiana es muy rica y abundante, aunque sus precios son numéricamente más elevados que, por ejemplo, en Madrid. Su repostería también es magnífica, con diversos panecillos dulces.

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