domingo, 28 de marzo de 2010

Decadencia regia

Al menos la semana pasada, Monterrey fue el tema principal de la agenda mediática nacional: las víctimas inocentes del fuego cruzado entre militares y sicarios (definitivamente pesó mucho el asesinato de los dos estudiantes de posgrado del Tec) y los bloqueos en diferentes partes del área metropolitana llamaron la atención de periódicos, estaciones de radio y de televisión.

Así, se sucedieron artículos de opinión, seguimientos, reportajes y demás en torno a los últimos sucesos, sobre los cuales la pregunta recurrente fue: ¿cómo llegamos a esto?

Un artículo de Diego Petersen Farah, hasta hace poco director del periódico Público Milenio, de Guadalajara, en El País, de España, daba una perspectiva interesante de la decadencia en la que ha caído la orgullosa Sultana del Norte, relacionándolo incluso la aceptación del narcotráfico con la fuerte influencia local de los Legionarios de Cristo.

"La gran mayoría de la elite social del Monterrey pasó por las escuelas legionarias que formaron una generación insulsa, pagada de sí misma, volcada al consumo y la presunción, pero sobre todo alejada del pensamiento crítico. Nada mejor para el aterrizaje del narco que una élite pagada de sí misma y fascinada con su propia imagen", expresó.

Otro escrito de opinión que llamó mi atención fue de Joaquín López-Doriga en Milenio Diario, a quien aunque me cae mal le reconozco que lo que manifestó es interesante. Además de proponer el momento del quiebre, llama a no dejar perder Monterrey frente al crimen organizado, porque de ser así caería todo el país, al ser ni más ni menos que la segunda ciudad importante de México.

Uno de los entrevistados de la semana fue el rector del Tecnológico de Monterrey, Rafael Rangel Sostmann, quien por ser su institución la afectada con este par de decesos en el momento, desfiló por algunos medios nacionales. Debo decir que una de esas conversaciones fue conmigo en mi calidad de colaborador de Milenio Semanal.

Muchos critican que sólo porque esta vez eran unos alumnos del Tec ahora sí hay más atención y preocupación nacional por el estado de cosas actual. Estoy en parte de acuerdo con ese cuestionamiento, pero hay otra razón que viene a dar un poco de luz sobre la cuestión.

Esta me la proporcionó el historiador César Morado, coordinador del Archivo Histórico de Nuevo León, para quien el campus central de esa institución educativa es un lugar más sagrado para la idiosincrasia regiomontana que la catedral o el Palacio de gobierno.

Hay quien pueda pensar que la aseveración sea exagerada, pero estamos hablando de marcos de referencia, simbólicos, asociados a lo que la gente piensa o cree de algo, que no necesariamente son ciertos. Comparto la liga al artículo para quien ampliar mejor la idea:
"No podemos con una marcha resolver el problema"
http://semanal.milenio.com/node/2123

domingo, 21 de marzo de 2010

Zona de guerra

Cuando se escuchaba o leía de la violencia en México, la mayor de las veces nos remitíamos a la frontera con Estados Unidos. Tijuana, Ciudad Juárez, Nuevo Laredo, Reynosa, Matamoros eran los referentes de la inseguridad general, donde casi a diario aparecían ejecutados.

Ahora esa misma violencia ocurre en la otrora tranquila área metropolitana de Monterrey, donde la moda de estos asesinatos, ajustes de cuentas entre implicados con el crimen organizado, apenas se hacía presente hace menos de 10 años, y como casos aislados. Desde al menos cinco años esto se ha convetido en habitual.

Ya entonces se manifestaba una especie de temor ciudadano generalizado. El estupor y la psicosis empezaban a ser comunes, por lo cual procuraba atajarlos argumentando que los ataques estaban certeramente dirigidos hacia ciertas personas y objetivos, y que afortunadamente eran poquísimas (como quiera lamentables) las víctimas civiles inocentes.

Con la entrada de Felipe Calderón al poder, una de sus primeras acciones fue utilizar el Ejército para combatir a los cárteles de la droga. Se vio como una buena medida ante la pasividad al menos aparente que distinguió a su antecesor, Vicente Fox.

Sin embargo, la situación no siempre resultó halagüeña. Para empezar, la violencia no cesó, e incluso se recrudeció, por más cabecillas que fueran detenidas. Los enfrentamientos se empezaron a salir de control, con sus correspondientes daños materiales y humanos. Y los capos demostraron su poder económico en el arsenal utilizado.

Y lugares tan aparenmente tranquilos como Monterrey comenzaron a ser escenario de continuas extorsiones, amenazas, secuestros, balaceras, casinos y demás.

Hasta ahora, el día en que más civiles han resultado directamente afectados por el crimen organizado (finalmente el sentimiento de inseguridad es real pero intangible) fue el pasado viernes 19.

Ese día inició con una balacera a las puertas del Tecnológico de Monterrey, que cobró la vida de dos estudiantes becados de posgrado de esa institución educativa. Continuó con al menos 31 bloqueos en diversas avenidas y carreteras del área metropolitana. Y cerró con la muerte de una señora que iba en su camioneta con su esposo, cuando quedaron en medio de fuego cruzado entre militares y sicarios. En este último caso la buena noticia fue que se rescató a dos mujeres secuestradas, pero los hijos de aquella víctima inocente fueron despojados de su madre.

Lo peor es que la mayor parte de esos bloqueos, según el Ejército, eran realizados por policías estatales o municipales, al servicio del crimen organizado.

Un ingrediente adicional, que incluso maximizó la relevancia de la nota de la balacera, fue que los muertos en el Tec eran los estudiantes mencionados, y no sicarios, como originalmente se dio a conocer por los medios con base a información que proporcionaron las fuerzas armadas.

Después de afirmar que ninguna persona de la comunidad del Tec había resultado afectada, se tuvo que aclarar que efectivamente sí las hubo, y era una pérdida lamentable por la historia de dedicación que tenían los ahora fallecidos.

Parece que no hay vuelta atrás: estamos en zona de guerra y hay que extremar precauciones. A cualquiera nos puede tocar estar en el lugar y momento equivocados. Pese a todo, trataré de no ser parte de la 'psicosis colectiva' que inunda la ciudad ni vivir con miedo, que es de lo más dañino que puede haber.

domingo, 14 de marzo de 2010

Coldplay

En cuestión de eventos masivos, me considero una especie de agorafóbico: tiendo a rechazar la idea de asistir a donde sé de antemano que habrá mucha gente. Eso incluye, por supuesto, los conciertos, aunque afortunadamente he tenido la oportunidad de ir a algunos, gracias a diversos motivos, muy pocos por iniciativa inicial propia.

Hace tiempo, cuando pensaba qué concierto no me perdería o sería de los primeros en anotarme, vino a la mente Coldplay. Lamentablemente, en años anteriores sólo iban a la ciudad de México y acaso Guadalajara, pero no a Monterrey... hasta este año, en el que decidieron cerrar su gira 'Viva la Vida' allí.

El anuncio me pescó estando en España, así que no podía comprar en ese momento el boleto. Regresando se me olvidó hacerlo, hasta que casi faltaba un mes y me metí a buscarlo a la página de Internet de la distribuidora. El resultado era un asiento que no pude ubicar y mejor no lo compré. Así, me estaba resignando sin mucha culpa a perderme esta ocasión.

Pero mi sorpresa fue que alguien me compartió un correo en el que solicitaban voluntarios para volantear (no es redundancia, aunque lo parezca cacofónicamente, je je) sobre la filial de Oxfam en México y después permitirían entrar gratis al concierto.

Por supuesto que me anoté (despues vi que fui el segundo de la lista) y hasta le pasé la voz a un amigo, que a su vez le comunicó a otros dos. De esta manera ya tenía mi pase asegurado para la gran ocasión.

Nos habían citado muy temprano antes del evento y afortunadamente la hora se recorrió. Después de llegar y encontrar a la persona indicada, nos dieron las instrucciones y un brazalete gris, que permitia el acceso a cualquier parte del estadio universitario (también conocido como "el Volcán"), donde fue el evento, excepto backstage.

Nuestra labor fue repartir postales de una de las campañas de esta asociación humanitaria y promotora de la justicia social, de la cual Coldplay es su embajador mundial y la apoya mucho, así como anotar correos electrónicos a los interesados en recibir más informaciones sobre ella.

Terminando el quehacer, lo siguiente fue buscar el mejor lugar; tras algunas deliberaciones el elegido fue la cancha central, lo más adelante posible. Claro que esto se dificultó porque los que llevaban más tiempo allí no nos dejaron pasar más allá, incluso hubo férreos defensores de su posición.

Pese a las dificultades, lo importante era verlos de cerca, con el ambiente característico de un evento como esos, es decir, estar rodeado de gente, sin casi poder moverte e incluso recibir cerveza por los aires.

En cualquier lugar, lo inevitable es la cantidad de celulares y cámaras digitales que tratan de captar todos los momentos y por tanto nublan la visión al querer posicionarse lo más libremente posible de su objetivo para que no haya estorbos en la grabación. Esto parece una plaga moderna de nuestra era tecnologizada.

Claro, confieso que yo también fui uno de ellos en algunos momentos, para tratar de preservar cápsulas o instantáneas con sonido y movimiento (finalmente también es una manera de poder ver bien las cosas al poder elevar la visión sobre las cabezas y los aparatos digitales de los demas), pero acaso habrá que hacer algo para mitigar esta molestia (algunos aventaban lo que les quedaba de cerveza, lo cual no tiene que ver con el baño al que hacía referencia al inicio, que fue más de relajo).

A prácticamente todos los que conozco que asistieron les encantó el concierto. Ciertamente la banda tocó muy bien, hizo buen espectáculo, sobre todo su vocalista, Chris Martin, y los recursos visuales estuvieron estupendos, incluso fuegos artificiales al final y una inmensa cantidad de mariposas de colores en papel de china en una de las últimas canciones.

Martin pronuncio varias palabras en español (al menos en algunos casos lo intentó muy bien), la banda utilizó un escenario alterno en medio de la cancha y aprovechó los escenarios de costado), así que hubo mucho movimiento.

A mí también me gustó mucho, pero siento que faltó algo. ¿Será que mi canción favorita apenas y fue cantada?, ¿o que no fue tocada una de las canciones que me encanta de su nuevo disco (o el que promocionan con esta gira, porque hace poco supe que había una especie de segunda parte del mismo, llamada "Prospekts March")?

¿O a lo mejor esperaba mas ruido? Porque con este concierto pude verificar que si bien Coldplay es rock, hay razones para que algunos le consideren "soft", aunque eso signifique muchas veces "pop-rock", lo cual rechazo de manera rotunda. Pero afortunamente para todo hay gustos, y esta es mi banda favorita, por su música y canciones (distingo porque en algunos casos pueden no siempre gustarme ambas en su totalidad).

Aun así, estoy agradecido y contento por esta experiencia, porque además de lo vivido, me quedaron dos recuerdos tangibles: una sencilla camiseta de Oxfam México, con la que hicimos nuestra labor, y un disco de canciones en vivo de esta gira, probablemente grabado al inicio de la misma, porque el sonido y hasta lo que Martin dice en ocasiones es muy similar a su presentación en Monterrey.