domingo, 24 de junio de 2012

Oaxaca

Oaxaca.- Por fin tuve y me di la oportunidad de conocer esta ciudad mexicana conocida en el mundo por sus sabores y su cantera verde, que me ha fascinado.

Esto último desconozco si exista en otro lugar del mundo, --seguramente sí-- pero he estado más acostumbrado a la piedra de color rosa, naranja, amarillo o negro.

Había pasado por aquí de noche y en la periferia en 1996, camino a un campamento juvenil en Huatulco, por lo cual no podía decir que conocía el lugar. En esta ocasión, utilicé mis vacaciones de verano para darme la vuelta.

Oaxaca es probablemente con Michoacán uno de los estados más pintorescos y representativos de México, que aportan gran parte de su personalidad al folclor nacional y representan al país ante el mundo.

De hecho, es una ciudad cuyos habitantes son muy amables y que reciben una buena cantidad constante de visitas extranjeras. Es común también apreciar ferias de productos regionales del país en las que destacan los que vienen de acá.

Hay imágenes que casi se han convertido en cliché de la ciudad, porque son muy representativas o incluso de lo más admirable, arquitectónicamente hablando y justifican el que haya sido denominada Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

Hablo, sobre todo, del ex convento de Santo Domingo, cuyo templo es verdaderamente impresionante, todo decorado y con gran cantidad de dorados; el barroco-churrigueresco en su máxima expresión, apreciable sobre todo en los techos y en los altares. El museo contiguo es una muy buena y breve colección de los distintos periodos históricos del estado.

Sin embargo, también habia visto varias fotos de la catedral, que me recordó en estilo interior a la Metropolitana de la Ciudad de México, solo que más chica. Y otro edificio reconocido, pero que como quiera es impresionante ver en persona, es el Teatro Macedonio Alcalá, una joya del Porfiriato.

Ya probé una tlayuda, una especie de taco gigante, hecho con una tortilla grande y medio tostada, rellena de frijoles, manteca de cerdo (hay la opcion más saludable de aceite de pepita de calabaza), queso, lechuga y el contenido principal, que puede ser carne, nopales o huitlacoche.

También tuve la oportunidad de tomarme un rico chocolate caliente, que disfruté mientras afuera hacía gala la lluvia característica del verano en esta region. Delicioso.

Y me falta todavia degustar la variedad de moles, mezcales y otros productos como el pan de yema que uno no puede perderse estando aquí, principalmente en los mercados.

Me alegra ver que la ciudad sigue su ritmo normal después de que alrededor de 2006 la economía prácticamente se paralizó con el movimiento magisterial, que recientemente volvió a hacer acto de presencia. Hay quienes son de aquí y que consideran que esa situación no ha cambiado pese al cambio en el partido al frente del Gobierno estatal (en este caso una coalición de opositores al PRI, pero encabezada por un integrante de la izquierda, Gabino Cué, del entonces partido Convergencia).

Pero todo parece indicar que al menos esta ciudad tampoco ha perdido la tranquilidad y relativa seguridad --garantías para el visitante extranjero-- que otras localidades coloniales mexicanas también gozaban y que lamentablemente se ha convertido en una excepción en mi querido México.

Claro que eso no nos ha dejado exentos de sustos... por los potentes cohetes típicos de fiestas patronales que de repente lanzaron a diferentes intervalos en esta tarde y que retumbaron alrededor, seguramente porque fue Día de San Juan.

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