domingo, 30 de septiembre de 2012

Mala reforma laboral

Septiembre hoy se nos fue y comenzamos más de lleno la recta final del año.

Este "mes patrio" de México (y de otras naciones como casi todas las de Centroamérica) nos dejó en particular una escalofriante muestra de cómo la clase política está decidida a seguir intereses particulares en lugar del bien de la nación.

Primero, el presidente Felipe Calderón manda al Congreso como iniciativa preferente una reforma a la Ley Federal del Trabajo; esto es, que tendría que ser discutida y sometida a votación en un lapso de 30 días, de lo contrario sería aprobada automáticamente.

Hay quienes han sugerido que es un favor que el gobierno actual le quiere hacer al entrante de Enrique Peña Nieto -que se ha mostrado muy a favor de la llamada reforma laboral- para evitar un desgaste inicial de la nueva administración.

A mí me recuerda el decidido apoyo que el Consejo Coordinador Empresarial le dio a Calderón para asustar a la población en contra de Andrés Manuel López Obrador con la famosa campaña de que el tabasqueño era "un peligro para México". Y Alejandro Poiré, secretario de Gobernación, así lo ha dado a entender al rechazar la acusación mencionada un párrafo atrás y sostener que es interés del PAN sacar adelante esa iniciativa.

Lo cierto es que PAN, PRI, PVEM (parásito dependiente del anterior) y Nueva Alianza han salido como uno en defensa de las modificaciones a esa legislación, pero sin tocar los privilegios de los sindicatos, que iban a ser sometidos a la transparencia de sus recursos. La salvaguarda de los intereses sindicales se da en gran parte gracias a que sus líderes tienen una curul en el Legislativo.

Es decir, los sindicatos están representados en el órgano que debe representar a los ciudadanos y hasta parece que, en lugar de ese deber, se dedican a lo contrario, porque finalmente hay pocos que defiendan o vean por quienes supuestamente los llevaron por la vía del voto a los recintos legislativos.

Sí, era necesario actualizar esa ley, pero sin trastocar los derechos de los trabajadores. Lo peor es que quienes se rebelan son vistos como "revoltosos", aun por aquellos a quienes les afectará directamente lo que los diputados decidieron.

El problema es que como ciudadanos no manifestamos nuestro descontento más que en pláticas y redes sociales. Me gustaría que pudiésemos ser más activos, como lo veo en países de Europa, más acostumbrados a luchar activamente por sus derechos.

Sí hubo quienes se manifestaron y hasta tomaron la tribuna para impedir la votación al vapor, pero son los menos. ¿Y acaso la solución es que todos tomemos el Congreso, como se hizo en estos días en Madrid en una protesta fuertemente reprimida por fuerzas antimotines?

Alguien respondería que castigando con el voto a quienes actuaron en contra de la voluntad popular, pero lo cierto es que los grandes partidos siguen ganando espacios importantes y acaso hay alternancia de uno a otro igual de peor, sin que haya verdaderas alternativas.

Esta situación es muestra de la necesidad de renovar nuestro sistema político, más allá de los parches que se han hecho recientemente y que han generado gran parte de esta situación, al haberse incluido en una reforma reciente la iniciativa preferente del Ejecutivo, pero dejado de lado la revocación de mandato o la reelección de legisladores.