domingo, 5 de agosto de 2012

Preservando la memoria

A invitación de una muy querida amiga, acepté colaborar con un interesante proyecto para preservar la memoria de los 126 periodistas o relacionados con esta profesión que han sido asesinados en México desde 2000.

Más allá de las denuncias al respecto y el nada honroso primer lugar de la organización Reporteros Sin Fronteras como el país más peligroso para ejercer el periodismo, el colectivo Nuestra Aparente Rendición lanzó una convocatoria para escribir el perfil de cada una de esas personas y reunirlas en un libro

Lo que parece una simple iniciativa dedicada a denunciar el peligro que han representado para el ejercicio periodístico los dos sexenios panistas que hemos tenido, tiene una función más importante: preservar la memoria.

Confieso que llegué a cuestionarme inicialmente la "necesidad" de participar en esto, ¿para qué moverle si nunca sabremos exactamente -o al menos no tendremos una versión oficial creíble- por qué murieron muchos de quienes reseñamos?

Sin embargo, me puse en el papel de quien escribiría el perfil: si yo muriere, me gustaría que alguien recordara quién era, qué estaba haciendo antes de que me arrebataran la vida y cómo va mi caso.

Ciertamente me gustaría ser recordado, forma parte del deseo humano de trascender; de alguna manera la muerte es una manera de asilenciamiento: a alguien -del bando que fuese- le convenía desaparecerme de este mundo para que callara, por la razón que fuera.

Mi decisión de indagar hasta donde fuera posible el contexto y los avances en el caso fue confirmada mucho después con una frase leída en Twitter: "El olvido es arma de los poderosos, ¿vas a olvidar?". Y, aunque el usuario @JuanchoElHereje se refería particularmente a movimientos sociales, aplica para cualquier situación, más de quienes pueden ser incómodos o revelar las triquiñuelas de esos poderosos.

No solamente es escribir al lado de figuras como Diego Enrique Osorno o Sanjuana Martínez, que ya tienen en su haber algunos libros, además de otros colegas; es contribuir a que tantas muertes no queden tan en el olvido.

Sí, probablemente no todos fueron mártires de la libertad de expresión, pero tampoco podremos saberlo a ciencia cierta. Seguramente en la gran mayoría de los casos quedará evidenciado que las autoridades se han desentendido de hacer su labor de procurar justicia, dejando el caso "enfriarse" en los archivos, o dando explicaciones estilo "fue con tintes pasionales", sin detenidos fuera de chivos expiatorios o presentar evidencias creíbles.

El recrudecimiento de la violencia vivido en este sexenio que está por terminar trajo una estela de muerte, inseguridad y crecimiento visible de la delincuencia, que solamente puede ejercer organizadamente con el apoyo de las autoridades, del nivel que fueren. Por eso ha estado en sus objetivos acallar a la prensa. Y lamentablemente lo han logrado en lugares como Tamaulipas.

Por tanto, nos corresponde impedir que la muerte de estos compañeros sea en vano o se logre el objetivo inicial de callarlos y que sean olvidados. Esta vez fue por Marco.

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