domingo, 9 de agosto de 2009

Milán

Cuando mentalmente hacía planes de lo que viajaría y conocería en Europa, Italia quedaba medianamente considerada, aunque muy por detrás de otros destinos, y ya con tiempo acá pensé que definitivamente no conocería esta vez ese país con el que muchos sueñan.

Pero por cuestiones de itinerario y costos, tuve la oportunidad de conocer Milán, una importante ciudad de esta nación mediterránea, aunque no la más importante en cuanto a patrimonio arquitectónico o artístico (si lo comparamos cuando menos con Roma, Venecia, Florencia, Siena, Nápoles), que fue el último destino de mi viaje de junio.

Me habían dicho que no hay nada que ver, salvo la Plaza del Duomo, el mero centro y donde se encuentra la catedral, de estilo gótico (pero por lo visto iniciada originalmente en románico) y sin campanario, que era la única referencia visual que tenía de esta población.

Sin embargo, pude apreciar allí un conjunto de los elementos que para mí caracterizarían Italia: muestras de arte renacentista, gótico, de finales del medievo, de construcciones neoclásicas, vestigios romanos (en este caso se reduce sobre todo a un arco romano que para colmo, porque siempre me toca algo así a donde voy en Europa, estaba en restauración y no lo pude apreciar bien) y hasta barroco.

Si bien sólo uno de sus monumentos arquitectónicos es Patrimonio de la Humanidad, la iglesia de Santa María de la Gracia, donde se encuentra el famosísimo cuadro de "La última cena" de Miguel Ángel, es agradable caminar por las calles céntricas de la ciudad, porque aun muchos de los edificios comunes tienen bonitos decorados renacentistas.

Por cierto, no la pude conocer porque, así como para La Alhambra en Granada, España, era necesario comprar el boleto de entrada con anticipación, pues tienen cupo limitado, lo que no venía advertido (que yo me acuerde) en la pequeña guía turística que llevaba. Pero es bonita por fuera, como hecha de puros ladrillos y con decoración y cúpula ya revestida de piedra.

Otra muestra de lo que es la nación italiana fue el costo de la comidad, en general cara aunque muy buena, y su pésimo metro, que es el peor de todos los metros del mundo que he conocido hasta ahora, principalmente por su pésima señalización de direcciones y salidas. En sí, aunque ya son algo viejos, los trenes son muy funcionales, pero cualquiera de las otras ciudades de este recorrido (Budapest, Viena, Praga) tienen mejor servicio y más moderno.

Me agobiaba un poco la referencia a que fuera la capital de la moda respecto a que todo estuviera alrededor de eso pero, muy probablemente porque no pude pasear tanto como quisiera por estarme recuperando del malestar que se había hecho presente en la etapa anterior (Praga), no vi la gran cantidad de tiendas que me imaginaba ni el derroche de glamour, pese a que generalmente los italianos iban bien vestidos, pero nada espectacular, según yo, que conozco poco de este ámbito.

No hay comentarios:

Publicar un comentario