domingo, 28 de febrero de 2010

AMLO

Este es el acrónimo comúnmente empleado para referirse, sobre todo en titulares, a Andrés Manuel López Obrador, ex candidato presidencial, proclamado por algunos "presidente legítimo" y ex jefe de gobierno del Distrito Federal.

Encabezador de las preferencias presidenciales por meses (o años, incluso, cuando se hacían los sondeos desde mediados de la presidencia de Vicente Fox), le afectó bastante una campaña negativa que hizo el partido contrario, el PAN, junto con los empresarios que, a través de su organismo gremial el Consejo Coordinador Empresarial, hizo una campaña que lamentablemente fue exitosa. Todos fueron convencidos de que: "López Obrador es un peligro para México".

De manera que puedo afirmar, como lo hice en su momento, que Felipe Calderón no ganó la presidencia, sino que perdió AMLO pese al voto de confianza que prácticamente la mitad del país le otorgó. Era curioso ver que exactamente en la mitad del país hubo más votación por uno y en la otra mitad por el otro.

Pero aquel capital político se fue desvaneciendo con la postura intransigente hacia lo que se denominó un fraude en favor del candidato oficialista. Hubo argumentos a favor y en contra de ello.

Desafortunadamente, al no existir una segunda vuelta, no hubo manera de hacer algo más para definir mejor una elección tan cerrada. Sin embargo, pese a que el Tribunal Electoral federal determinó que Fox intervino indebidamente en el proceso electoral y que además fue evidente la violación de la ley por parte del empresariado mexicano, la elección fue validada.

La resistencia y asambleas ciudadanas se fueron radicalizando y con ello los conservadores quisieron confirmar a la población (otra vez con éxito) que tenían razón con su campaña negativa.

El problema es que el partido que encabezó la candidatura de López Obrador, el PRD, se dedicó a distruirse a sí mismo y a negar todo acuerdo o colaboración con el gobierno de Calderón, hasta ya entrado el sexenio. En vez de aprovechar su postura como segundo fuerza en el país, dejó al PRI, el antiguo partido gobernante, la oportunidad de negociar con el PAN, por lo que entre estos dos organismos se repartieron la mayoría de las comisiones importantes en el Congreso.

Aunque lamenté que no hubiera ganado la izquierda, llegué a esperar que Calderón ejercería bien su papel. En muchos sentidos ha tomado buenas decisiones, pero cada vez me convenzo más de que ya perdió el rumbo y/o el control del país, o que sigue actuando en base a conveniencias (ante todo el apoyo que tuvo contra AMLO, es natural que deba muchos favores).

Estando en España conocí que determinó el cierre de Luz y Fuerza del Centro, empresa energética pública que operaba en números rojos y a merced del Sindicato Mexicano de Electricistas, una de muchas organizaciones gremiales que deberían transformarse radicalmente para no ser un lastre para sus representados y el país en general.

Eso estuvo bien, aunque el mismo SME denuncia que siguen impunes peces gordos que han provocado quebrantos en la Comisión Federal de Electricidad, la mayor empresa de energía eléctrica de México.

Pero sobre todo ¿por qué no se hace algo con los demás? Como el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, que sigue con mucho poder, pero sin mejora para sus agremiados, sólo para sus dirigentes, iniciando por su líder nacional, Elba Esther Gordillo, que hasta partido fundó (Nueva Alianza) y que incluso llamó a gobernadores del PRI a apoyar a Calderón, según conversaciones telefónicas que se dieron a conocer. En este sentido, no se vislumbra un cambio, por más necesario que sea, para eliminar un poder fáctico y antidemocrático.

Además, la guerra contra el crimen organizado está siendo un desgaste continuo de nuestras fuerzas armadas y de la tranquilidad de la nación. Pese a todos los buenos programas federales, el número de pobres en México sigue en aumento, y no necesariamente se lo podemos achacar a la crisis económica reciente.

El problema de un gobierno de derecha es que deja de ver a los más desprotegidos y los llega a considerar un estorbo para el progreso nacional. El problema de México es que no tiene una buena izquierda, que pueda ser confiable y superar las rivalidades entre grupitos en busca de un bien común (como tampoco los partidos entre sí por el bien del país).

Hay muchas cosas que se pueden discutir sobre AMLO y sus colaboradores, pasados y actuales. Nadie es completamente bueno y debemos ser siempre críticos con los gobernantes o quienes pretendan serlo.

Pero ante cualquier cuestión ideológica, los argumentos más fuertes son los hechos. Estando en la Ciudad de México puedo ver todavía vigentes algunos avances sociales impulsados durante la administración de López Obrador y que son continuados por la de Marcelo Ebrard.

Por eso es comprensible que la izquierda siga gobernando ampliamente la capital del país, donde se han logrado avances sociales y civiles. Si alguna vez llegara la derecha al poder defeño, muchos de estos logros estarían en riesgo por la mezquindad y falta de visión de políticos que sólo buscan su interés personal y el de su clase.

En tanto, la jerarquía católica y algunas personas consideran que en los temas polémicos el PRD ha actuado como por capricho y revancha, sin buscar el consenso o el debate. Los extremos son malos y peligrosos.

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