Recuerdo que cuando siendo adolescente vi una una imagen de él en una pequeña serie de historia del arte a través de la arquitectura, no comprendí su valor estético y se me hizo "horrible".
Ahora debo reconocer que, al verlo por primera vez en persona (ya sensibilizado al respecto por guías de la ciudad, comentarios y fotografías) fue impresionante situarme frente a él, un coloso de formas caprichosas, o más bien poco comunes, iluminado por la noche. Y para mí es una belleza arquitectónica.

El templo expiatorio de La Sagrada Familia es la obra más conocida del artista catalán Antoni Gaudí (1852-1926), cuyas obras ostentan el grado de Patrimonio de la Humanidad (en el caso de ésta, es la portada que él terminó, la del Nacimiento, que se muestra en la fotografía), y el monumento más visitado en toda España, de acuerdo a varias guías de Barcelona.
Verlo por dentro vale la pena, pero, como muchos lugares turísticos en este país, hay que pagar. Sí, en este caso pagar para entrar a un templo, un lugar de oración, de 'santidad'. No es el único en la ciudad, pues en la catedral barcelonesa, a fin de obtener fondos para su actual restauración, también están cobrando el acceso. Lo mismo ocurre con la catedral de Toledo, aunque no tanto por ese motivo, sino por ser en sí y contener anexo un museo.
Los tres templos "cobradores" mencionados tienen, además del pago necesario para el ingreso, una característica común: son iglesias originalmente de estilo gótico, con sus respectivos matices. Y como tal, el de la Sagrada Familia lleva más de un siglo construyéndose (126 años hasta el momento), tras haberse iniciado su edificación en 1882.
La definición de templo expiatorio, característica del sitio, es la de "una casa de oración donde de manera permanente está expuesto el santísimo Sacramento para expiación de pecados". Para los creadores de la página oficial en Internet, significa que se construye a partir de donativos.
"Los donativos desinteresados y la recaudación procedente de la entrada donativo de los más de dos millones y medio de visitantes anuales son los que nos permiten la construcción", es la explicación, repito, oficial.

El edificio es gestionado por una fundación eclesiástica, que preside el arzobispo de Barcelona, y que se ocupa de "la gestión de los fondos económicos y del ritmo del plan de construcción".
Lo cuestionable aquí es la impresionante recaudación de recursos económicos, a lo que podríamos agregar: sin transparencia. Tan sólo con cuánto cuesta la entrada y la cifra oficial de visitantes al año, uno puede sacar sus propias cuentas, que obviamente resultarán millonarias. Por cierto, estas cantidades son mayores a las de cualquier otro museo de la ciudad y de los otros templos antes mencionados.
Veamos: el costo de ingreso, que incluye el acceso a un museo y lo que fue una escuela contigua, que contienen fotografías, copias de las maquetas y bocetos del propio Gaudí, es de 10 euros. El máximo descuento que hacen es de dos euros, para que quede en 8 (es gratuito para los niños menores de 10 años, amigos del museo y los discapacitados al 65 por ciento, al igual que a un acompañante del mismo). Y están anunciando que los precios subirán a partir del 1 de enero.
Adentro, subir por un elevador o ascensor cuesta 2.5 euros, para lo cual hay una fila de hasta 30 a 45 minutos de espera, que realmente lo merece porque la vista y la apreciación de la ciudad desde las torres (como se puede comprobar en la foto tomada desde las alturas) es estupenda. Y asimismo está la tienda de recuerdos, cuyos ingresos también se destinan a la construcción, la cual se calcula termine en el primer tercio de este siglo (alrededor del año 2026).
En esto, de alguna manera el propio Gaudí está involucrado, no sólo porque sea su obra y gracias a su fama se pueda exigir dinero (pues también para entrar a otras construcciones que hizo hay que desembolsar dinero), sino también porque involucran sus declaraciones en vida: «El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia lo hace el pueblo y se refleja en él. Es una obra que está en las manos de Dios y en la voluntad del pueblo».
Una de las preguntas que queda en el aire es: ¿seguirán cobrando esas cantidades cuando terminen definitivamente el edificio?