martes, 23 de diciembre de 2008

Portugal

Lisboa.- Una ciudad que, pese a la destrucción del terremoto de 1755 (donde perdió sus tesoros góticos y edificios de la época de mayor esplendor portugués), sigue siendo bonita y mostrándose orgullosa como antigua capital imperial.

Particularmente algunos de sus edificios dan muestra de ese auge que tuvieron "los fenicios de la era moderna", con posesiones, comercio y extensión del alfabeto en América (Brasil), África (Cabo Verde, Angola, Mozambique) y Asia (India: Bombay; Sri Lanka, China: Macao; Indonesia: Timor; Vietnam), algunas de las cuales perdieron después frente a otras potencias como Inglaterra.

De repente parece una combinación de San Francisco, Estados Unidos, con Europa. Me refiero por un lado a los tranvías, a que ambas ciudades comparten con Roma estar sobre siete colinas, y a una réplica del Golden Gate que atraviesa el río Tejo, que ya a estas alturas parece el mar; por otro, los edificios de corte europeo, señorial.

Sin embargo, es hasta ahora el lugar de la península ibérica donde peor me he sentido tratado como turista. ¡Y me decían que los españoles son rudos! Si lo son, también saben ser cálidos y generosos.

Pero un país, una ciudad como Lisboa, que vive en buena parte del turismo (hay museos de todo, como en otras ciudades) no puede, no debería comportarse de esa forma. Y en esto pagan justos por pecadores, pues hubo brillantes excepciones, pero contadas en cada lugar conocido, uno de ellos Sintra, más acostumbrado a visitantes.

El turismo es, desde mi perspectiva, cobrar de alguna manera al extraño su estadía, dejándole ganas de regresar, sin que se sienta abiertamente explotado. Pero acá, encima de que uno está pagando un producto o servicio, todavía parece que uno es culpable de molestar al que tiene el trabajo de servir.

La antigua Lusitania merece conocerse por lo que tiene y lo que es, aunque en ese aspecto podría ser más disfrutable.

Desconozco si en el norte del país, Oporto por ejemplo, la situación será similar, aunque lo dudo porque he conocido gente de allí y son muy atentas personas.

Eso sí, más que en España, en Portugal vi una convivencia interracial más fuerte. Niños y adultos de distintas razas (blancos y negros, por decirlo de algún modo y sin ninguna connotación) conviviendo en igualdad, lo que en Madrid veo apenas en los niños pequeños que van a la escuela, porque los grupos raciales son muy compactos entre sí y pocas veces se abren a otros, al menos en apariencia en las calles.

1 comentario:

  1. Me fascinan los fados... y el orgullo lusitano contra Napoleón, que devino en la creación de un imperio portugués con sede en Brasil... Por cierto, es curioso que Brasil se independiza como reino, algo como lo que intentó Iturbide en México un poco antes... En fin... se me antojó una feijoada.

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