domingo, 24 de mayo de 2009

Nostalgias

Hay momentos en que el cerebro parece activar la memoria de una forma asombrosa, no solamente con imágenes, sino más bien con sabores, sentimientos y sensaciones que creíamos olvidados o escondidos en lo profundo de nuestra mente.

Una vez me pasó con un simple café. Sí, un café, y soluble, porque en España se acostumbra en los establecimientos servirlo de máquina y concentrado. Yo estaba más acostumbrado al que se hace hervido y con un filtro cuando se hacía fuera de casa o en algún otro domicilio.

Recién empezamos a rentar el piso cometí la tontería de comprar un café soluble de la marca del súper al que vamos por lo barato, en comparación con cualquier otro. Sin embargo, sabe horrible (es tomable, pero no es bueno), como que se les tostó de más.

Unos meses después de haberlo probado ocasionalmente, aun más mi compañera brasileña de piso, que está acostumbrada a un café más puro, decidí que había que comprar cuando menos uno más bueno. Efectivamente nos gustó más, e incluso casi me hago una taza a diario.

Un día en particular, sin embargo, como que le atiné a la medida de cuando lo tomaba en casa de mi mamá, preparado por ella; entonces experimenté esa sensación profunda de nostalgia...

También me pasó este fin de semana con las lluvias que hicieron su aparición en Madrid, que desde febrero (según escuché a un viejito decir) no caían.

De repente pienso que ponerse melancólico puede ser una tontería, pero recapacito que son momentos que naturalmente pasamos para no olvidarnos de quiénes somos y probablemente reflexionar sobre el rumbo que estamos tomando.

Lo malo es dejarse llevar permanentemente por el sentimiento y cerrarse a lo que uno vive en el momento. Si de la nostalgia uno saca fuerzas para seguir adelante, qué mejor.

1 comentario:

  1. “La felicidad está hecha de una sustancia tan liviana que fácilmente se disuelve en el recuerdo, y si regresa a la memoria lo hace con un sentimiento empalagoso que la contamina y que siempre he rechazado por inútil, dulzón, y en últimas tan dañino para vivir el presente: la nostalgia”.

    Héctor Abad Faciolince

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