sábado, 5 de diciembre de 2009

Barroco

Como admirador de la arquitectura como arte, una de las primeras cosas que noté como ausencia en el panorama urbano madrileño fue el barroco. Ciertamente hay edificios con este estilo, pero extraña que en la capital de la metrópoli que impulsó fuertemente al mismo (y su pensamiento relacionado) no esté tan presente como en la América hispana.

La razón principal es que, por el tiempo en que fue designada por Felipe II como capital de su reino, las construcciones más antiguas de Madrid pertenecen al periodo renacentista, de donde destacan las torres con picos altos, como la propia Plaza Mayor.

Otra causa fue que, en el periodo de florecimiento del barroco, la mayor cantidad de recursos provenientes de las "Indias americanas" se destinaba a guerras de religión o de hegemonía imperial. Por eso, cuando ya muchos de esos conflictos han dejado de concentrar la atención de los monarcas defensores del catolicismo, el siguiente conjunto importante de edificios es de neoclásico temprano o consolidado, que es plano en comparación con su antecesor, en el que, además del "miedo al vacío" (a dejar huecos libres de adornos o figuras), se hacían que sus formas sobresalieran.

Eso no quiere decir, como me decía recientemente un estudioso de historia del arte, que no se reprodujeron en otro tipo de manifestaciones, como lo fue la pintura, de cuya profusión de obras barrocas dan cuenta el Museo del Prado y otros centros prestigiosos de exhibición.

Y es que también en América se implantó esta utopía barroca, de tal manera que su mayor implantación fue en los años que reinó esta forma de ver la vida, ya que prácticamente existían previamente pocas construcciones importantes tipo europeo. Y además se sumó la imaginación o pericia indígena, que aportó lo suyo al barroco americano, particularmente mexicano o entonces novo-hispano, con el churrigueresco.

Una buena amiga me decía que le encanta el barroco no por lo que defendía sino por tratar de hallar explicaciones a cómo somos. Esta forma de ser se manifiesta hasta en cómo hablamos o nos desenvolvemos. Y también en las festividades religiosas, tan llenas de adornos y protocolos.

Aunque no me tocará verlo en funcionamiento por ahora, al menos puedo alegrarme de que los trabajos de restauración en proceso del Museo de Historia Municipal han dejado al descubierto desde hace unas semanas la portada barroca (en la foto) que tenían cubierta junto con el resto de la fachada, para mi humilde opinión una de las obras madrileñas más significativas de este estilo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario