Su plaza principal, Jema El Fna, es un colorido a la vista y al oído, puesto que allí uno puede comprar un vaso de jugo de naranja o hasta de toronja a cualquier hora del día, ver durante el día a los encantadores de serpientes y a los que tienen monos para que uno se tome foto con ellos, o cenar alguna especialidad local sencilla en cualquiera de las mesas que se instalan cada noche.
La música, el ruido y el ambiente que la distinguen han hecho que esté incluida en el Patrimonio Intangible de la Humanidad por la Unesco. Los instrumentos musicales, que en ciertas horas de la tarde dan lugar al llamado a la oración por parte de la mezquita principal, Kotubiya, cuyo alminar es hermana de la Giralda de Sevilla (fueron diseñadas por el mismo arquitecto) y las que circundan la plaza.
En el interior de uno de estos edificios abiertos al turismo y que funciona como museo, hay un patio techado pero con música ambiental de fondo que permite a uno adentrarse en el espíritu religioso musulmán. Hay sillas y cojines donde uno puede sentarse tranquilamente.
Otras salas exhiben una colección de vestuario, adornos y hasta armas (cuchillos, pistolas, pequeñas espadas) de la región, sobre todo bereberes, una de las principales tribus de la región. En otro de los edificios de este conjunto, está la representación de los cuartos de estudio donde antaño estuvieran los educandos del islamismo.
Me faltó por conocer los famosos parques de esta ciudad, que si los exteriores que vi de algunos lugares son bellos, esos deben ser bellísimos, como lo leí en su momento. Pero por lo que conocí me encantó este lugar.
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